jueves, 27 de mayo de 2010

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La noche asediaba el pensamiento de Marcos mientras caminaba hacia su casa, no podía dejar de pensar en aquel momento, aquel oscuro recuerdo que siempre guardaba en la mente, le avinagraba el humor y oscurecía su corazón. Marcos caminaba bajo la luna sintiendo la brisa rozar su rostro, sentía como sus cálidas lágrimas se desvanecían ante tal roce, como su calidez se tornaba en una gélida sensación, pero lo merecía… aquella visita al cementerio le había parecido mas perturbadora que las anteriores, recordaba haber llegado ante la tumba de Margarita como si nada, haberla saludado como siempre, pero luego todo cambió, su calma se perturbó, cuando iba a depositar las rosas que solía llevarle, rosas amarillas como a ella solían gustarle, su vista se posó en aquel papel que se suponía que no debía estar allí, le extrañó y la curiosidad pudo más que el respeto a su novia muerta… lo abrió, se arrepentía tanto de haberlo hecho. El papel olía a humedad y a tierra, parecía como que llevara mucho tiempo allí, pero él sabía que no era así porque iba todos los días, llevaba haciéndolo desde que Margarita había muerto, al leer el papel lo dejó caer, lo vio pendular en el aire hasta que se depositó en el suelo… y lo sintió, una mano gélida posada en su hombro, de tacto indemne e indoloro… y se volteo, deseaba no hacerlo pero su curiosidad era más fuerte... y la vio, ahí parada con el mismo vestido, la misma expresión vacía, Margarita estaba igual que el día de su funeral, azorado vio como ella acercaba sus gélidos y mortecinos labios a los suyos, sintió como ella le robaba el alma y lo mataba por dentro, llevándose todo lo bueno que él tenía, y se quedó allí sin poder hacer nada…