miércoles, 23 de diciembre de 2009

ƒεlïʐ ṉαṿïḋαḋ




Era una noche fría, típica de Europa a finales de diciembre, las calles estaban alumbradas con el júbilo natural de la navidad, yo hacía siglos que había olvidado lo que era una navidad con alegría, en realidad no estoy segura de haberla conocido aún, recuerdo las cenas en familia, las miradas incomodas, las conversaciones tensas aunque educadas, la música tediosa que “amenizaba” la velada pero que en realidad lo que hacía era armonizar con el entorno supuestamente festivo pero que de tan hipócrita y falso parecía surrealista. En estas épocas yo solía sentirme como el grinch, o el fantasma de la navidad pasada, presente pero ausente a la vez, con una sonrisa pero una sonrisa velada por no conocer la verdadera alegría navideña.



Aquella noche caminaba hacia mi casa, sin nada en particular en lo que pensar, tan solo una vieja melodía de violín que recordé no sé por qué, de repente algo captó mi atención… en el portal de mi casa podía ver una caja negra, con una cinta roja, entre a casa con la misteriosa caja entre mis manos, vi un sobre rojo con una tarjeta dentro, esta decía “para que este año recuerdes el fantasma de navidades pasadas con un gusto más dulce, tan dulce como un beso bajo la lluvia” mi corazón pareció dejar de latir por un instante, para luego recobrar todo su ímpetu, parecía que iba a salir desbocado de mi. Temerosa de lo que podría encontrarme en aquella cajita, la abrí y dentro había una pequeña caja de madera de cerezo, con exquisitos labrados en su exterior… al abrirla la sangre se me heló, era la misma melodía de violín que venía tarareando mentalmente, eso me hizo recordar dónde había aprendido aquella melodía, fue en una navidad de hace muchísimo tiempo, cuando yo todavía creía en el amor, aquella navidad conocí al que aún hoy considero mi único amor, el amor de mi vida, el que se llevó mi corazón, aquel que con tan sólo un beso se adueño de mi alma, pero sí tenía razón… me trajo el dulce recuerdo de la navidad en que lo conocí, me trajo el recuerdo de aquellos sentimientos infantiles de embelesamiento, hizo que por primera vez en mucho tiempo, me apeteciera festejar la navidad. Así que, levantando mi copa… me digo a mi misma… “feliz Navidad”