miércoles, 10 de junio de 2009

εl ḋεṃøṉïø αṡṃøḋευṡ





La noche había caído ya ante los ojos de Asmodeus y él sentía el mismísimo infierno ardiendo en sus venas, aquel fuego flagelante que había sentido hacia miles de años, cuando siguió al lucero en su rebelión, sus alas ya no eran de un intenso blanco con tintes azules, ahora eran rojas con puntas negras como la noche, antaño mirar a los ojos de Amodeus era como mirar al infinito cielo, tan claro y perfecto ahora era como estar observando el vacío, la absoluta nada.

Asmodeus estaba especialmente inquieto hoy, algo no terminaba de encajar bien, llevaba tres noches acechando a la misma doncella, igual que había acechado a Sara, Hija de Raquel y esposa de Tobías en tiempos inmemoriales, tiempos donde los hombres escribían su tan preciada Biblia. Pero esta cacería era diferente, algo acerca de esa chica no era del todo natural… su aura era oscura, siniestra, casi tanto como la suya propia, pero aún así Amodeus sabia que ella no era un caído, podía sentir el fervor de la humanidad en las entrañas de la chica. El demonio observaba con cautela a la mortal, tratando de descifrar aquella oscuridad, una oscuridad indómita, casi irreal y derepente lo vio, tan claro como el agua… esa criatura llevaba la marca de Lilith, era una hija de la noche, un vampiro, por eso su aura brillaba tan intensamente negra y era una damisela tan bella, Lilith escogía bien a sus hijos e hijas, todos con la mas carismática delicadeza, tal cual flores en la nieve, de apariencia frágil pero terriblemente fuertes. Asmodeus estaba devastado, sabía que no podía atacar a una hija de la noche, Lilith esparciría sus demoníacas entrañas por todo el firmamento celestial… y no podía permitirse eso, no antes de encontrar al Lucero del Alba. El ángel caído Asmodeus estaba tan ensimismado en sus propios pensamientos que no noto que la vampiresa había reparado en su presencia y se dirigía a su encuentro, cuando quiso percatarse de esto ya la tenia cerca, mirándolo con unos terribles ojos seductores, invitadores al pecado... ojos que le sonreían con sorna y burla, ojos que le decían “estas derrotado mi querido ángel” , pero en vez de asestar un golpe mortal, la vampiresa lo observó con la curiosidad de un niño ávido por descubrir los secretos del mundo y tan sólo le dijo “enséñame tu oscuridad”.


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